viernes, 2 de septiembre de 2011

Miedo y Asco en la tercera escala.

Mi compañero cree que elegí pasillo por hacerle un favor.

Ya sabía que esto no iba a ser un trayecto placentero. A ver... una beca así de pronto, para un país del que no ha oído hablar ni Cristo, no asegura precisamente un viaje confortable. Cuanto antes me duerma, antes estaré en ese país de Dios sabe dónde.

Vale. Voy a decir la verdad. Esta es la primera vez que viajo en avión, y creí que las azafatas serían como las pintan en las películas americanas. Por eso me senté en el lado del pasillo. Para disfrutar de las vistas que a mí me interesaban. Creo que en la próxima escala le cambio el sitio a Atajate. La verdad es que cuando me contó lo de la beca no estaba muy convencido, pero finalmente mi afán de aventura se sobrepuso a todo lo demás, y ahora estoy aquí, en un vuelo de una compañia cutre, con una mierda de azafatas cutres y con muchas horas de vuelo por delante. No es precisamente el viaje ideal de Erasmus, pero qué coño, es mejor que andar tirado, bajo los efectos del coma etílico, en cualquier cuneta de las afueras de una ciudad maltesa.

Para el viaje llevo una maleta con poca ropa, mi portátil y... lo puesto (incluyendo las gafas de sol de aviador y los auriculares sobredimensionados). Yo soy así, qué se le va a hacer. Vivo al límite. Hablando en serio, me imagino que en Verokastan habrá algún Corte Inglés. O eso espero...

De momento voy a dormir otro rato. A ver si me despierto en algún lugar mejor.


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