sábado, 3 de septiembre de 2011

Miedo y asco en el aeropuerto

La llegada al aeropuerto fue, desde luego, muy "reveladora". Me presentó de lleno, para empezar, como es la seguridad aquí.
A medida que el avión se iba acercando a la pista, pude distinguir por la ventana aquellas personas y vehículos que circulaban a su alrededor. Soldados.
De repente, me embargó el miedo: ¿Por qué tantos soldados?¿Habría algo en el avión peligroso? Pero rápidamente racionalicé, y pensé que tal vez un estado tan pequeño no hay aeropuerto civil, sino sólo militar. Respiré aliviado cuando vi otros aviones comerciales aterrizados.
De todas formas, me sobresalté cuando entraron varios soldados armados al avión, y eso que estaba avisado. Rant, que estaba dormido y no sabía nada de antemano, creo que se llevó un buen susto al despertarse cuando uno de ellos gritó en Esperanto que iba a revisar los pasaportes.
El que parecía el oficial al mano pasó entre los asientos comprobando que los pasaportes presentados figuraban en los papeles que llevaba en la mano. Una vez terminó, nos indicó que bajaramos. Despacio y en silencio, como con miedo, recogimos nuestras cosas y salimos.
Fuera nos recibió una jauría de perros que nos olfatearon hasta en el interior de los calcetines. Sus correas estaban sujetadas por lo que suponía que sería la policía, que más que policías parecían militares con sus trajes de gala.
Después del olfateo preventivo, nos llevaron hasta a las aduanas donde volvieron a pedir los pasaportes y registrarnos. No era agradable aquella situación, más cuando mientras te cachean te están mirando con cara de matarte como lleves algo "extraño" encima.
Creo que el hecho de que tuviera que servir de intérprete le molestaba a los policías. Yo ya sabía un poco de Esperanto antes de venir, pero Rant empezó a mirárselo hace dos días. Parecía que se sentían insultados al ver a alguien que no conocía su idioma, tan sencillo y tan simple. Es más, a Rant le estuvieron registrando durante más tiempo que a mí, como si fuera más sospechoso de ser un criminal.
Le expliqué a uno de ellos a que venía a la ciudad, y la noticia parecía iluminar su rostro. Me empezó a dar datos sobre la ciudad tan rápido que no fuí capaz de entender nada. Yo le asentí como si le comprendiera, mejor no enfadarlo.
Al salir de las aduanas, nos encontramos en un aeropuerto desierto. Rant me dió un codazo y me señaló a un tipo moreno que llevaba nuestros nombres escritos en un cartel. Era el tipo que tenía que llevarnos a nuestro futuro piso, que es donde estoy escribiendo estas líneas.
Creo que voy a echarme a dormir lo que no he dormido en el avión. Luego nos leemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario