viernes, 9 de septiembre de 2011

Miedo y asco al servicio militar

Aprovechando que Rant está haciendo las maletas porque se va a ir con la camarera de La Blua Papago(después de firmar un papel donde dice que me debe un favor por quedarme en casa), he decidido contactar con el hombre que nos trajo aquí.

Hemos quedado en una sauna cercana, lo que me va a permitir conocer a nuestro "jefe" y disfrutar por primera vez uno de estos placeres a los cuales frecuenta los países del norte.
Rant, que no era capaz de recordar el nombre del tipo, lo llamaba de coña "El Gran Hombre", y resultó que el apodo le venía como anillo al dedo: Era enorme, un gigante enchaquetado. Soy alto, pero ese hombre me sacaba como dos cabezas. Me estrechó la mano y casi me la rompe. Era cuadrado, literalmente, tanto que parecía una caricatura exagerada.
Lutin, que era como se llamaba, empezó a alabarme por haber aceptado la beca y que encontraré la estancia muy agradable.

Mientras que seguía hablándome en un esperanto tan rápido que costaba entenderle, entramos en la sauna. Me explicó que en Verokastan, originalmente, las saunas no existían, ya que los primeros edificios eran muy "espartanos" y la infraestructura de una sauna les resultaba costosa. Por ello, la cultura de la sauna no está demasiado arraigada como en Finlandia o Suecia, siendo simplemente un método de relajación más. En su lugar, había otro tipo de "entretenimiento" parecido. No lo entendí muy bien cuando me lo explicó porque en ese momento estaba hablándome a través de la pared del vestuario. Después siguió hablándome de otro asunto, así que no tuve tiempo de preguntar. Espero volver a acordarme en el futuro de hacerlo.

Vi a los otros hombres salir de sus vestuarios con la toalla liada a la cintura, así que hice lo mismo. Seguí a Lutin hasta la sauna y una oleada de vapor me abofeteó en la cara. Me costó ver al principio como era la sala, ya que los ojos se me humedecieron: Era una estancia cuadrada, con "gradas" dispuestas por las paredes. Me senté con Lutin en un lateral y este, durante un rato, pareció entrar en trance, ya que ni se movió ni habló, como si estuviera esperando que el vapor me reactivara.

Lutin tenía un enorme tatuaje en el antebrazo. Me pareció curioso que un tipo de aspecto tan formal (en apariencias, porque hablando era bastante familiar) llevara un tatuaje así. Miré al resto de hombres que estaban en la sauna y vi también en ellos un tatuaje en el antebrazo, aunque no tan grande.
No sabía si preguntarlo o no, pero finalmente me atreví a intentar satisfacer mi curiosidad comentándole este detalle a Lutin. Este me explicó que dicho tatuaje era debido al servicio militar. En verokastan la "mili" es obligatoria. Nada más se cumple los dieciocho, en la siguiente promoción debe el joven realizar el servicio militar, el cual se alagar dos años, un tiempo que me parece exagerado.

En Verokastan existe tres regimientos de tierra, uno aéreo y otro naval. Los cuatro primeros se sitúa cada uno en una base en el territorio continental(yo pensaba que sólo había una) y el último, la fuerza naval, en una isla próxima a la costa, que también pertenece al estado de Verokastan, obviamente.
Según en que regimiento se hiciera la mili, el tatuaje es diferente. Este, el principal, se sitúa a mitad del antebrazo.
Como si de un diario se tratara, alrededor se sigue tatuando poniendo méritos del soldado, misiones y batallas en las que ha participado... incluso los nombres de sus compañeros más cercanos.
Lutin no sólo hizo el servicio militar, sino que estuvo en el ejército, concretamente en la fuerza naval durante diez años, por eso su tatuaje era tan extenso.

En Verokastan el ejército tiene una gran importancia, como suele pasar en este tipo de estados. Por ello, se sienten orgullosos de haber pertenecido a él, y de ahí viene la tradición de los tatuajes, que aunque no se ven públicamente, siguen siendo una marca en el cuerpo de la persona.

Lutin me hablaba con mucha pasión sobre el tema. No pude conterme y decirle que las fuerzas armadas no eran mi hobby, que yo era más de paz y no guerra.
Lutin se rió con fuerza. Me explicó que en esta vida lo que prima es la supervivencia, y las fuerzas armadas son necesarias para poder llevarla a cabo. Por mucho que yo me empeñara en negar la violencia, iba a estar ahí, y en el momento que me viera implicado en ella, limitarme a mirar hacia otro lado no me iba a salvar. Por supuesto que a él le gustaba que hubiera paz, pero no estar preparados para la guerra era estúpido. Además, argumentó que el servicio militar ennoblecía a las personas, que los Verokastanos son gente seria, eficaz y honrada gracias a ello, porque conocen la disciplina y el orden, el valor de conservar la paz, lo duro que sería vivir si no hubiera. El crimen es bajísimo y las calles son seguras.

Continuó hablando un rato sobre el tema, alabando el estado y las fuerzas armas y luego, cuando se cansó, empezó a contarme sobre que iba a trabajar/estudiar durante aquel año.
Cuando salimos de la sauna, me dijo que algún día me llevaría a la base para que conociera todo aquello, a ver si así cambiaba de idea respecto a las fuerzas armadas. Yo, aún así, sigo diciendo que prefiero la paz a aprender hacer la guerra, y no creo que me haga cambiar de opinión.
"Si quieres la paz, prepárate para la guerra", eso dicen, pero a mi me parece una falacia.

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