sábado, 3 de septiembre de 2011

Miedo y asco en el baño del terror.

Casi no me dio tiempo de ver la casa. Dejé mis cosas donde pude y fui a avisar a Rant de que me iba, pero ya se había dormido en el suelo, junto a la cama. Es una maldita marmota. Si las personas pasamos veinte años de nuestra vida durmiendo, en su caso es al revés: veinte años despierto. Saqué unas mantas que llevaba en la maleta y se las eché por encima.
Salí a la calle. Me recibió el aroma a gasolina de un coche que acababa de pasar. Por primera vez en el viaje, sonreí. Los edificios de aquel barrio ofrecían un aspecto atrayente. Sus fachadas ofrecían un viaje atrás en el tiempo, con ventanas y verjas de estilo antiguo. En las paredes y las calles había impregnada la suciedad del día a día. No porquerías que suelta la gente al suelo, sino el tono oscuro que deja las pisadas en el suelo y el humo de los coches en las fachadas.
Era, auténticamente, un viaje atrás en el tiempo, un viaje a una ciudad donde la gente está más preocupada por otros temas que la limpieza de las calles, donde la gente está preocupada en no tirar basura al suelo. Una suciedad natural de un entorno urbano, una ciudad industrial.
También me llamó la antención de los remiendos en cristales, marcos y antenas. En una sociedad consumista como la nuestra, donde lo que se rompe se tira al instante y se compra uno nuevo, es raro ver este tipo de cosas.
Andé hasta la esquina. Allí esperaba el chico que nos recogió. Había traído consigo una bolsa enorme. Cuando le preguntó que era, me dijo que se trataba de productos de limpieza. Desde luego, me sorprendió. Cuando vio mi cara, rápidamente me explicó que nuestro piso llevaba cerrado mucho tiempo, y que seguramente le haría falta "ciertos" ciudados.
Además de aquella bolsa, me entregó un mapa de la ciudad. En un papelito me apuntó la hora y el lugar donde tendría que encontrarme mañana con el representante de la empresa que nos ha dado la beca. Me despedí de él y volví al piso.
Rant seguía durmiendo bajo mis mantas. Le dejé tranquilo y fui a observar la casa.
Es un ático bastante funcional. La puerta de entrada da directamente al salón, un salón, de tamaño pequeño forma cuadrado. Una de sus paredes están inclinadas, y en ella se encuentra un enorme ventanón por el cual se puede observar perfectamente el exterior y él a nosotros. Un corto pasillo lleva a las dos habitaciones, también pequeñas pero suficientes, una cocina donde sólo podría entrar una persona a la vez y un baño con igual regla.
Es una casa suficiente, es más, si no fuera por la suciedad, me hubiera encantado a la primera. Todo está perfectamente distribuído para permitir vivir plácidamente. Parecía uno de esos pisos de ikea de veinte metros cuadrados. Todo encajaba a la perfección.
Fui a abrir la llave de paso y poner la electricidad. Me dirigí al baño para ver si no había fugas, y afortunadamente no las había.
Decidí levantar la tapa del retrete y al instante volví a bajarla. No sé como no desperté a Rant del grito que mi garganta no pudo contener ante semejante susto... o, mejor dicho, oleada de asco: El interior de la taza del retrete era una jauría/manada/enjambre de cucarachas. Sin volver a atreverme a levantar de nuevo la tapa, decidí tirar de la cadena, a ver si se iban.
Nunca hubiera pensado que las cucarachas pudieran formar un tapón en la cañería, pero lo hicieron, por que el agua empezó a desbordarse bajo la tapa y la sopa se derramó por el suelo... Digo sopa porque el agua, después de estar tanto tiempo parada en la cisterna, había adquirido una tonalidad muy diferente a su color natural. Las cucarachas flotaban en aquel líquido como si fueran los condimientos de un caldo asqueroso, vivas y no tan vivas.
Obviamente, las que estaban vivas empezaron a revolotear asustadas por el baño. Para entonces, yo ya había salido y estaba cerrando la puerta. Se escucharon sus cabezazos contra la madera. Ellas estaban tal alteradas como yo. Fui corriendo a coger los insecticidas y empecé a echarlos por debajo de la puerta. Luego puse una toalla para que no salieran por la rendija.
Di un par de vueltas por la casa para calmarme. Mi aventura con las cucarachas me habían quitado todas las ganas de limpieza, así que salí de la casa y fui a dar una vuelta por la calle.
Escribo estas líneas desde un bar cercano. No tenemos todavía internet en el piso, y no quiero malgastar la tarifa de datos del móvil. Estoy aprovechando el wifi que ofrece el bar. Me gustaría describiros como es, pero se me acaba el tiempo y he de irme. Os puedo adelantar que ofrece una serie de contrastes bastante... peculiar.

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