lunes, 12 de septiembre de 2011

Miedo y Asco en la playa.

La playa era sucia, pedregosa y maloliente. El agua estaba fría como el carámbano y la mitad del tiempo chispeaba. Decir que la casa era pequeña sería ser demasiado generoso. Nada de esto me hubiera importado si hubiera conseguido alcanzar mi objetivo. Pero este fin de semana Polina ha estado, como siempre, a años luz de mis posibilidades. No sé si este detalle será ampliable a todos los ciudadanos verokastanos, pero todos con los que he mantenido una conversación se mostraban distantes. Físicamente, quiero decir. Los verokastanos son muy celosos con respecto a su espacio vital. Incluso Polina, que para ser verokastana es bastante liberal (no hay más que darse cuenta de la confianza que mostró al invitarme a la playa), no puede evitar guardar las distancias a la hora de hablar conmigo. Cada vez que intentaba mostrar un gesto de simpatía, dándole una palmada en la espalda o poniéndole la mano en el hombro, ella, cuando no se apartaba delicadamente, parecía incomodísima. En definitiva, no he avanzado nada en nuestra "relación".

Con respecto al entretenimiento, no había mucho que hacer. Polina ha estado la mitad del tiempo en el agua. Yo, por mi parte, solo he conseguido darme un baño, si puede considerarse un baño a estar diez segundos en el agua. Nada más sacudirme la primera ola, salí disparado a la orilla. Ahora tengo un resfriado de narices. Lo curioso es que la playa, aunque no estaba a rebosar, contaba con un número bastante considerable de bañistas. Cuando no estábamos paeando por la playa, manteniendo torpes conversaciones en esperanto sobre nada en particular, jugábamos a l ajedrez dentro de la pequeña casita, un juego muy popular en Verokastan. Por supuesto, el resto del tiempo lo pasé durmiendo.

Llegamos anoche. Polina se fue a su casa inmediatamente. Hoy tenía que trabajar. Yo estuve varias horas charlando con Atajate, intercambiando experiencias sobre el fin de semana. Después me acosté. Me he levantado hace unos minutos...

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